MUSIC WINS FESTIVAL 2022 – REVIEW

Desde The Magnetic Fields y Devendra Banhart hasta Winona Riders y Chet Faker

Con una exquisita selección de artistas locales e internacionales, el Club Ciudad vivió un fascinante regreso del Music Wins Festival. ¿Por dónde empezar? ¿El carácter tan explosivo como dulce de Mujer Cebra, una de las bandas más interesantes del under? ¿El debut en Argentina de Alvvays, una revolución en la escena indie pop? Hubo demasiados puntos altos, vamos a recorrerlos a continuación.

A las tres y media de la tarde, a pleno rayo del sol, el público se rindió ante el alternative dance tan pegadizo de !!! (CHK CHK CHK). Los norteamericanos trajeron clásicos y temas frescos de su nuevo LP, Let It Be Blue (2022). La energía constante de su líder, Nic Offer, es 100% contagiosa, y por eso todos movían sus brazos hacia los costados a la par de él; e incluso terminó bajando del escenario y bailando entre los fans. Tras el show, tuve el placer de conversar con él, sacándonos una foto y riéndonos un buen rato.

Hubo un salto hacia otra dimensión. Abriendo con la parte hablada del clásico de Primal Scream, ‘Loaded’, Winona Riders desató un caótico noise rock lleno de psicodelia. Un cóctel formado por guitarras ruidosas y disonantes, sintetizadores espaciales y ese peculiar logo titilando constantemente en la pantalla. Un viaje impactante de la mano de una de las bandas más interesantes de la escena alternativa en Argentina. Una performance consagratoria, en la que hasta rompieron una de sus guitarras, en pleno salvajismo. 

Dentro de la escena nacional, tuvimos fantásticas performances de Melanie Williams y Telescopios, en ambos casos con un rock que no tiene miedo a cambiar de dirección, y que nunca deja de hacerlo. Destacaron los canadienses Alvvays, con un espectacular debut en el país, presentando su excelente álbum Blue Rev (2022). Su pop con texturas indie, dream y jangle es sumamente pegadizo, logra conmover a fanáticos y primerizos. 

Más tarde fue el turno de la neo psicodelia de Crumb, quienes lograron transmitir las fascinantes energías de sus discos en el escenario. Es sorprendente ver cómo en vivo canalizan un lado más salvaje, en los momentos de noise rock descontrolado. 

La presentación de The Magnetic Fields tuvo una preciosa sensación de intimidad, casi como estar escondidos mirándolos ensayar. Las preguntas que nos generaron se las hicimos a su líder, Stephin Merritt, las cuales también encontrarán en nuestras redes a la brevedad.  Pero como un breve adelanto, y una linda curiosidad, tanto él como Nic Offer de !!! le dieron cumplidos a mi remera de Another Green World (Brian Eno). Curiosamente, este último destacó que era su disco favorito, y Merritt me dijo que él tiene una de otro disco, Taking Tiger Mountain By Strategy.

Fue impactante ver a una de las bandas más influyentes de la escena indie en los ‘90 codeándose con todo un movimiento nuevo. Más aún si consideramos que, de manera directa o indirecta, The Magnetic Fields abrió puertas por que los más jóvenes siguieron en sus exploraciones. Sonaron clásicos como ‘Andrew in Drag’ y ‘No One Will Ever Love You’, como también varias de su último lanzamiento Quickies (2020). Curiosamente no cerraron con su típico final, ‘100,000 Fireflies’, sino que después de tocarla, tuvo lugar un pedido que le hice personalmente en la entrevista: ‘A Chicken With its Head Cut Off’ (thank you, Stephin).

Devendra Banhart, quien ya había brillado en el C Complejo Art Media, hizo lucir todo su carisma, relajado y llevando sus cuerdas vocales a todos los rangos posibles. El público se convirtió por una hora en una masa uniforme, unida por la danza. Su constante dulzura, tanto musical como conversando con el público, derritió varios corazones. Hasta se animó a una cumbia psicodélica al estilo de Los Destellos en Perú. ¿Es necesario aclarar que fue recibida por unos pasos alocados?

El clima extasiado se mantuvo: inmediatamente llegó el híbrido entre indietronica y R&B del australiano Chet Faker. Se adueñó de una hora de nuestro tiempo, únicamente acompañado por sus máquinas y sus instrumentos. De a momentos se colgaba una guitarra, pero definitivamente lo más exquisito era escucharlo sentado en el piano Era constante ver gente haciendo mímicas de tocar las teclas, rendidos ante el groove

Chet dejó la mesa servida para que siguiéramos con Metronomy, el plato más esperado para la mayoría de los presentes. El baile se intensificó en una hora de hipnotismo con ese electropop, el cual sinceramente me dejó bastante decepcionado. Las largas partes instrumentales fueron su fuerte, parecía que podrían seguir por horas sin parar, pero no conecté con las secciones cantadas. De todos modos, el momento más memorable del set fue un hecho improvisado, cuando el tecladista dijo a la cámara «¿qué miras bobo?». Las risas explotaron y también el canto popular por Lionel Messi

Si los organizadores planeaban generar una inmensa pista de baile en las últimas horas del festival… objetivo cumplido. La fiesta continuó con el dúo de deep house, los franceses The Blaze, quienes en su DJ Set de hora y media cerraron a la perfección un día para el recuerdo. 

Una noche tan variada como encantadora, donde los estilos más diversos convivieron a la perfección. No podemos esperar por un nuevo Music Wins.

Por Agustín Riestra

The United States of America (1968)

Lanzado el 6 de marzo de 1968 por Columbia Records.
Grabado entre el 7 y 23 de diciembre de 1967.

Son fascinantes aquellos momentos — no tan comunes — en los que artistas experimentales ajenos al rock le dieron una oportunidad. Así nació Can, una de mis bandas preferidas de todos los tiempos. Al mismo tiempo, en Estados Unidos sucedía algo similar con el compositor Joseph Byrd, quien solía codearse con grandes como John Cage, Yoko Ono, Morton Feldman y La Monte Young, mientras trabajaba en altas academias musicales. Tras diferentes periodos en varias ciudades, principalmente en Nueva York donde se encontraba inmerso en el movimiento Fluxus, comenzó a fascinarse con las escenas vanguardistas y la música electrónica. En 1963 se muda a Los Ángeles, trabajando en U.C.L.A. (University of California, Los Angeles), atendiendo a clases de psicología y música hindú, mientras trabajaba en su doctorado en etnomusicología. De todos modos, en 1967 abandona todos sus estudios y decide dedicarse al 100% a la composición experimental y la organización de happenings.

Hablando de happenings, en 1965 organizó uno donde participaba una jovencita Linda Ronstadt, quien formó una pequeña banda de blues para aquel evento. Esa noche en particular hizo que Byrd tome consciencia del poder de convocatoria que tenía el rock, además de lo que generaba en su público. Los artistas tocaban apasionados, y los públicos no solo conectaban, sino que también retroalimentaban. A partir de ese momento comenzó a considerar formar un grupo. Fue entonces que se contactó con su amiga y ex pareja, Dorothy Moskowitz, con quien había vivido tanto en New York como California, pero tras la separación había regresado a la costa este. Ella era una vocalista quien había colaborado en un grupo vocal con Art Garfunkel (del famoso Simon & Garfunkel) y trabajado en otras disciplinas como el teatro. Se mantuvieron en contacto y al considerar efectivamente crear una banda, se reunieron una vez más. Byrd tomaba el rol de la parte electrónica, como también el piano, órgano e incluso voz en algunas canciones. El académico también tomó instrumentos como el calíope y un harpsichord eléctrico.

Para conformar una banda reclutó en percusión y batería electrónica al especialista en ritmos africanos, Craig Woodson, y a dos músicos del clásico contemporáneo, el violinista Gordon Marron y el bajista Rand Forbes (con un interesantísimo bajo fretless). Como invitados aparecen el tecladista Ed Bogas y un amigo de Byrd, el legendario Don Ellis. Como podrán notar, no hay guitarras. ¿Cómo es posible asemejarse al rock sin ellas? 

Es difícil encontrar puntos de comparación con The United States of America, solo tal vez la voz de Dorothy con la de Grace Slick, ya que brinda algunas vibras de Jefferson Airplane; y una mezcla de psicodelia con electrónica que remite a los innovadores Silver Apples; pero incluso ellos eran contemporáneos (y el debut de esta otra banda se lanzó tres meses más tarde). En términos experimentales podríamos también mencionar a Red Crayola, quienes Byrd citó como influencia. Me interesa brindar esto que dijo para la maravillosa revista It’s Psychedelic Baby! Magazine en 2013: “Estábamos bastante conscientes de que nos insertamos al rock sin ningún conocimiento o experiencia en el medio. Habíamos tocado Cage y Stockhausen, música africana e hindú, y creíamos que podíamos traer todo eso al rock. Pero no sabíamos prácticamente nada de las raíces del rock and roll. Todos improvisamos, pero en el estilo de la «música contemporánea». En retrospectiva, crear una banda de rock sin ningún músico de rock fue una mala decisión de mi parte. De todos modos, dado que me consideraba el compositor más ecléctico en el planeta, estaba confiado de que podía escribir lo que ningún otro podía”. [Entrevista por Klemen Breznikar]

Pronto, grabaron un demo que interesó a Clive Davis, quien se encontraba trabajando para Columbia. En estos momentos ellos estaban dando sus primeras presentaciones en vivo, definiendo su estilo y las pretensiones de lo que querían lograr. Ahora bien, es interesante saber que sobre los escenarios eran capaces de generar todos los sonidos que se captaron en el LP. Estaban cargados de equipos, con múltiples instrumentos y dos reproductores de cintas sobre el escenario, pero también era una gran propuesta a nivel visual. Desde una gigante bandera de los Estados Unidos cuyas franjas rojas y blancas iban alternando en titilar, hasta máquinas de humo (que su líder sospecha que fueron los primeros en usarlas). Las presentaciones de United States of America eran arte en el más amplio sentido. Las luces estaban bajas, poco se podía ver en el escenario, pero tenían atriles con luces, ya que ellos tocaban con partituras… que imagen tan particular.

Sus conocimientos de la musique concrète y teoría electrónica les posibilitaron jugar de maneras delirantes con los sonidos, creando un álbum que suena excelente pero diferente a todo. Con sátira al estilo de Frank Zappa y momentos donde se dilucida la postura radical política del grupo (cuyo líder se encontraba asociado al partido comunista); esta es una experiencia impactante de comienzo a fin. Lamentablemente, es su único registro, poco después de su lanzamiento los conflictos internos llevaron a la disolución de la banda. Más allá de la breve existencia, su influencia fue inmensa para la escena experimental, y a pesar de cargar con algunas ideas que no terminaron de encajar, es un registro imperdible para los melómanos más curiosos. 

Álbumes «similares» en 1968: Silver Apples – Silver Apples; The Red Krayola – God Bless the Red Krayola and All Who Sail With It; Frank Zappa – Lumpy Gravy.

A1) The American Metaphysical Circus
A2) Hard Coming Love
A3) Cloud Song
A4) The Garden of Earthly Delights
A5) I Won’t Leave My Wooden Wife for You, Sugar

B1) Where Is Yesterday
B2) Coming Down
B3) Love Song for the Dead Ché
B4) Stranded in Time
B5) The American Way of Love
i. Metaphor for an Older Man
ii. California Good-Time Music
iii. Love Is All

Joseph Byrd: Instrumentos electrónicos, clavecín eléctrico, órgano, calliope, piano, arreglos y voz.
Dorothy Moskowitz: Voz.
Gordon Marron: Violín eléctrico, modulador y voz.
Rand Forbes: Bajo y voz.
Craig Woodson: Batería y percusión.

Ed Bogas: Órgano, piano y calliope.
Don Ellis (A5): Trompeta.
David Rubinson: Producción.
David Diller: Ingeniero de grabación.
Gary Margolis y Sgt. William Kerby: Fotografía.

Explorando la rocola: Portishead

Virtuosos por su desgarrador misterio y originalidad, el grupo pionero de uno de los géneros más novedosos de los 90s rompió con todos los esquemas.

Portishead es una banda originada en Bristol (Inglaterra) durante 1991, conformada por Beth Gibbons, Geoff Barrow y Adrian Utley, aunque con frecuencia se menciona como cuarto integrante a Dave McDonald  — quien es  su ingeniero de sonido —. Ellos sentaron un precedente sin parangón, recorriendo sonoridades de las más variadas como el hip hop, electrónica, dark jazz, acid jazz y rock experimental, es considerado el grupo pionero del trip hop. Aunque la banda rechace esa categoría, por creerla un invento mediático y considerarla una etiqueta limitante, Portishead se consagró como un grupo totalmente único. 

Luego de siete años sin tocar en vivo, el grupo se presentó a principios de mayo en la sala de conciertos O2 Academy Bristol, demostrando una vez más lo intacto de su talento. El evento fue planificado por War Child UK, en pos de recaudar plata para los refugiados y afectados por el conflicto bélico en Ucrania. El grupo tocó clásicos de su álbum más popular Dummy (1994)  como también de su último trabajo Third (2008).  Estos fueron “Roads”, “Mysterons”, ”Wandering Star”, “Magic Doors” y ”The Rip”. Asimismo, más recientemente la banda decidió digitalizar sus archivos y volver a publicar sus videos musicales en formato de alta definición. De estos acontecimientos surge la hipótesis, por parte de la prensa y sus oyentes, de que la banda inglesa está atravesando una nueva etapa.

La experiencia auditiva y sensorial a la que inevitablemente la sonoridad del grupo conduce a sus oyentes, difícilmente puede ser definida y encasillada. Ese es uno de los grandes desafíos del redactor, encontrar los adjetivos justos para comunicar sentimientos suscitados por el arte de la manera más fidedigna posible. Portishead, complica esta labor. La combinación de sensaciones que brotan luego de escuchar la melancólica voz de Beth Gibbons que evoca a Billie Holliday confluyendo con los ritmos electrónicos en plena armonía, hace que la banda encaje perfecto con el dicho «un viaje de ida». Una vez dentro de su mundo, difícilmente quieras o puedas salir. Cuota de drama y tenebrosidad para los amantes del mundo oscuro.

Es así que Portishead conforma un grupo sumamente peculiar sonora y audiovisualmente. Negándose a complacer las expectativas y exigencias de muchos, la banda genera material únicamente cuando lo sienten propicio, cuando consideran que tienen algo para transmitir. 

Por Naiara Fichman

BAILANDO EN LA OSCURIDAD CON MOLCHAT DOMA

En una noche diferente, Buenos Aires vibró con sombrío y pegadizo coldwave

El post punk es una de esas terminologías que abren un paraguas inmenso. Cubre diferentes cosas que a veces parecen tener poco en común, pero en Konex respiramos mucho de lo que hace al género, o por lo menos a su esencia. Una vibra energética, aunque a su vez apagada, la introversión en un lugar repleto de gente y la fría oscuridad que puede ser bailada. Eso y más, se vivió a través de Molchat Doma.

Caminando las cuadras alrededor, se percibía un clima ideal. Las vibras y los outfits hablaban por sí solos, era un momento muy esperado y las personas no podían evitar emanar aquella alegría. ¿Quién habría pensado que tocarían en Sudamérica? Estamos hablando de un trío fundado hace tan solo cinco años en Minsk (Bielorrusia), quienes no hacen «música convencional» y ni siquiera cantan en inglés. De todos modos, con entradas agotadas, se anticipaba con ansiedad la primera nota; y vaya que valió la pena esa espera. Casi como un gol, en un instante se desencadenó la euforia, y el público comenzó a moverse como si no hubiese un mañana.

Dudo que muchos de los presentes hablen ruso, pero eso no los detuvo de cantar y saltar alocados

Resulta muy curioso el formato de trío que desarrollan estos músicos. Un vocalista, un bajista y un guitarrista. ¿Sin batería? No, en realidad la percusión es electrónica, programada a la perfección, dando una base para seguir, mientras que la guitarra y el bajo se comunicaban en un nivel más profundo. Convivieron de forma estupenda esos sonidos, tan cadenciosos y cargados de tintes góticos e intimistas, con la apasionante puesta en escena de su vocalista. Para ejemplificar y que quede más claro, podemos hacernos una pregunta: ¿Cómo habría sido New Order si las tensas vibras de Joy Division hubiesen prevalecido de manera más marcada? Probablemente así.

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Para alimentar la riqueza y variedad de su repertorio, tanto el guitarrista Roman Komogortsev como el bajista Pavel Kozlov por momentos abandonan sus instrumentos para focalizarse en sintetizadores. Es llamativa la manera en que conviven lo orgánico y lo sintético, aquella pegadiza y fría percusión programada, con un bajo vibrante que es el motor del grupo. Unidos, la máquina toma vida, y en instantes nos hipnotiza. 

Tomaron la antorcha de los grandes grupos de hace 40 años

La iluminación ayudó a generar una atmósfera particular, pero lo más importante fue el talento de los integrantes. No creo que ellos alguna vez hayan imaginado semejantes pogos como los que se vivieron en Konex, menos aún a cientas de personas corear: “Olé olé olé, Molchat, Molchat”. Dudo que muchos de los presentes hablen ruso, pero eso no los detuvo de cantar y saltar alocados. Imposible escapar al ritmo y al sentimiento.

En las primeras filas se escucharon reiteradas veces los gritos “toquen el tema del Instagram”, en referencia a ‘Судно (Sudno)’, la canción que los catapultó a la fama. Una de las piezas que encapsulan a este grupo: musicalmente, pegadiza e incitando a que movamos nuestro cuerpo, pero las palabras que pronuncia Yegor Shkutko son de puro dolor, a la par con las épocas más angustiadas de Bauhaus o Christian Death. Una dualidad constante y fascinante. 

Pasan las décadas, pero queda claro que el post punk sigue vivo. Una banda que tomó la antorcha de aquellos grandes grupos de hace 40 años y le sumó enorme originalidad. De todos modos, dieron un pequeño guiño hacia el pasado, haciendo la fascinante introducción de ‘A Forest’ por The Cure, aunque pronto fue quebrada para saltar hacia una canción propia.

Una noche inolvidable, de la cual probablemente se hablará cuando hagan sus listas sobre los mejores conciertos de 2022. ¿Te quedaste con ganas de bailar? Acá te dejo una playlist.

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📝 Agustín Riestra
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MEDIO SIGLO ATRÁS: MÁS QUE MÚSICA PARA PELÍCULAS

Tres de las bandas sonoras que sorprendieron a los melómanos

En 1895, los hermanos Lumière presentaron sus primeras películas en París. En aquella velada, había un pianista, quien tenía instrucciones claras de cómo musicalizar las imágenes que se proyectaban. Podemos decir que desde aquel entonces, la música y el cine van de la mano. 

Previo a la posibilidad de grabar sonido en las películas, era muy común incluir músicos en vivo que tenían desde partituras hasta simplemente ideas de lo que deberían realizar. Podía ser solamente una persona en el órgano, como tal vez una orquesta entera, pero pronto se abriría un debate: ¿tienen valor estas canciones por fuera del audiovisual? Hoy intentaremos, parcialmente, poner fin a la discusión con tres brillantes ejemplos de 1972.

The Godfather

Este año, los cines han imitado a Medio Siglo Atrás con una celebración por los 50 años de The Godfather (1972), clásico filme dirigido por Francis Ford Coppola. Con el tiempo se convertiría en una de las obras más reconocidas del siglo XX, pero no solo adquirió aquel estatus por las excelentes actuaciones de Marlon Brando y Al Pacino, sino que también por esa inconfundible banda sonora.

El italiano Nino Rota fue el encargado de componer la música que conecta al mundo de la familia Corleone, pero no fue una decisión al azar, era muy justificada. Él se hizo famoso con sus composiciones para las excelentes obras de Federico Fellini, cómo 8 1⁄2 (1963) y La Dolce Vita (1960), aunque dudo que hubiese imaginado ser aún más recordado por este trabajo. ¿Qué la hace tan particular?

La fascinante combinación del clásico con la música siciliana y componentes autóctonos italianos generan una fusión perfecta, la cual da sentido a la película y que incluso ya no podemos disociar a ninguna de la otra. Al escuchar las canciones correspondientes a la boda o la escena del auto (en SPE te protegemos de los spoilers) no podemos dejar de imaginarlas; pero si estamos viendo esas escenas con el volúmen bajo, no podemos evitar tararear las melodías.

Comenzamos con la más recordada, aunque a su vez la que está más asociada a la película. De todos modos, hay grandes sorpresas adelante.

A Clockwork Orange

A Clockwork Orange (1971) es una de esas películas que tal vez no hayas visto, pero con cuyas imágenes definitivamente te cruzaste. El clásico de Stanley Kubrick retrata una distopía impactante, con peculiares vestimentas, un lenguaje extraño y el carisma de Malcolm McDowell. El delineado de los drugos, los vasos de leche y sus sombreros han quedado inmortalizados, excediendo el marco de su obra.

De todos modos, las vibras estériles e intimidantes que se generan le deben mucho a la ambientación que creó Wendy Carlos, con sublimes arreglos electrónicos de las obras de Purcell, Elgar, Rossin y Beethoven. El protagonista Alex se encuentra obsesionado con la novena ‘sinfonía’ de este último, la cual aparece tanto en una versión fidedigna a la idea original como en un exquisito arreglo electrónico. Fue para una gran cantidad de personas, su primer acercamiento a la música electrónica.

Hay un dato que no muchos conocen, y es que en esta banda sonora se encuentra una gigante innovación, la primera canción cantada con un vocoder. Este instrumento electrónico sintetiza la voz humana, pero en realidad fue creado en los ‘30 para la seguridad en radiocomunicaciones, donde la voz debe ser digitalizada, cifrada y transmitida. Wendy Carlos tenía nuevos planes para eso, cómo podemos encontrar en la excelente ‘March from ‘A Clockwork Orange’. Esto influenció enormemente a la futura escena synthpop, quienes harían algo similar y lograron explotar los charts.

Superfly

Las películas de acción afroamericanas filmadas durante los ‘60 y ‘70 tienen hoy un estatus de culto dentro de los cinéfilos más curiosos (y bizarros, en el término anglosajón de la palabra). Sus soundtracks cargados de funk y soul muchas veces son excelentes, en otros bordean la parodia, pero cuando contratas a Curtis Mayfield, sabés que será cosa seria. De todos modos, no se guíen solo por las palabras, miren el póster, donde incluso hay una pequeña foto de él y promociona que podrán verlo y escucharlo en Superfly (1972).

Dirigida por Gordon Parks Jr., Superfly trae una trama bastante polémica, donde un dealer busca un último gran negocio para alejarse de aquel mundo, ya que sospecha que pronto terminará encerrado en una cárcel o ataúd. De todos modos, hay una romantización de la venta de drogas, como la única salida en un mundo liderado por el hombre blanco. A pesar de que hay temáticas similares en las películas de «blaxploitation» (palabra derivada de black / negro y explotation / explotación), fue criticada por brindar una mala influencia a los chicos que tanto las admiraban.

Si te interesa descubrir más de este género cinematográfico, podes chequear clásicos como Coffy (1972) y Foxy Brown (1974), ambas dirigidas por Jack Hill y protagonizadas por Pam Grier, futura estrella de Jackie Brown (1997) por Quentin Tarantino.

Esta no es tan famosa como las anteriores, pero allí se esconde uno de los mejores discos funk de todos los tiempos. Incluso, el álbum con la música vendió mucho mejor que el filme. Lleno de soul, mucha personalidad e imperdibles clásicos como ‘Pusherman’ y la apasionante ‘Freddie’s Dead’.

MEDIO SIGLO ATRÁS: TRES PERLAS ESCONDIDAS EN EUROPA

Exploramos tres rincones de Europa, donde empujaron los límites de la música

En esta edición nos sumergimos en álbumes muy diferentes, los cuales nos hacen entender que no solo existía la escena inglesa y estadounidense. Dos de ellos están muy inspirados en el rock progresivo, pero trabajado a través de otros filtros; mientras que la siguiente obra es diferente a todo lo de ese entonces. 

Can – Tago Mago

Can es gran referente del krautrock, un movimiento alemán que revolucionó al mundo, distanciándose de las influencias anglas para encarar nuevos modos creativos. A pesar de la gran calidad de sus intérpretes, la mayoría fueron ignorados durante su época, recibiendo reconocimiento décadas más tarde.

En el caso de este grupo oriundo de Colonia, en ese entonces se encontraban en su auge, liderados por el vocalista japonés Damo Suzuki, quien fue catalizador para que liberen su creatividad y crearan canciones que parecen por lo menos 20 años adelantadas a su tiempo. Los ritmos atípicos de la percusión, una zapada absoluta y una producción que crea un universo dentro del LP: este es indudablemente un disco incomparable. Uno de los diez álbumes preferidos de John Lydon, mejor conocido como Johnny Rotten (líder de los Sex Pistols).

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Le Orme – Collage

En Italia durante los años ‘70 el rock progresivo invadió todo ámbito artístico, pero sus orígenes son bastante particulares. En palabras de uno de sus protagonistas, Aldo Tagliapietra, bajista y cantante de Le Orme: “El rock progresivo era tocado por los músicos que salían de los conservatorios de música clásica, pero con pelo largo e instrumentos electrónicos. Ellos buscaban espacios de creatividad y expresión, se habían cansado del boom que fue a finales de los ‘60 la música country y el blues, que fue lo que dio origen al rock. […] Querían ir en otra dirección, entonces comenzaron a tomar influencias del jazz”. 

Musicalmente, esta corriente es bastante difícil de definir porque hay abordajes muy diversos, pero generalmente vamos a encontrar una relación muy fuerte del clásico. Hay casos donde directamente es clásico con algunos elementos de rock, y Le Orme ha tenido momentos de ese tipo. En Collage (1971) la banda se distancia de sus orígenes beat, entrando en la esfera del rock progresivo y pasan a marcar una base para (en ese entonces) la emergente escena.

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Junipher Greene – Friendship

Intenta entender, sabemos que vos podes”. Así decía el primer estribillo de los noruegos Junipher Greene en su disco debut, un doble LP donde se fusionan una gran variedad de géneros. Lo más notorio es el rock progresivo, el cual podemos asociar en primera instancia con Jethro Tull, dada la presencia de flauta y el estilo de guitarra. Pero a lo largo de los minutos se incorporan jazz rock, psicodelia, hard rock e incluso folk rock.

Su primer LP es más bien un conjunto de canciones, mientras que el segundo está configurado como una obra conceptual, por lo menos desde lo musical. Por un lado, con tres tracks que nos aclimatan a lo que luego es ‘Friendship’, una majestuosa suite de 20 minutos. Esta es una perla del rock progresivo, pasada por alto por la mayoría de sus más acérrimos seguidores. 

Escuchalo aquí

Manuel Göttsching – E2-E4 (1984)

Esta tarde llegó el momento de incorporar a este sitio uno de los mejores discos en la historia de la música, la obra maestra del líder de Ash Ra Tempel, Manuel Göttsching.

Grabado el 12 de diciembre de 1981, tomó unos años que viera la luz. Para quienes no están familiarizados con su obra, él venía de lanzar numerosos trabajos con su banda Ash Ra Tempel, la cual tenía un abordaje de lo que se considera Progressive Electronics, metido en una esfera espacial y con elementos psicodélicos del Krautrock. Su disco homónimo fue lanzado en 1971, seguido por Schwingungen (1972), Seven Up (1973 en colaboración con Timothy Leary), Join Inn (1973) y Starring Rosi (1973). En el año 1975 lanzó Inventions for Electric Guitar, un disco que salió tanto bajo el nombre de Ash Ra Tempel como el del propio Manuel Göttsching.

Tras ese primer proyecto solista, decidió cambiar su banda, pasando a ser llamada Ashra, este conjunto tuvo un diferente abordaje en su música electrónica, tomando una mayor influencia de la Berlin School, Ambient y de los diferentes grupos contemporáneos en Alemania. Así fue que creó New Age of Earth (1977), Blackouts (1977), Correlations (1979) y Belle Alliance (1980).

Manuel Göttsching

Antes de encarar al disco que inspiró esta nota, vale destacar que existe una tendencia bastante clara en los discos de Ash Ra Tempel. Su Lado A suele ser un jamming espacial liderado por la guitarra, mientras que el Lado B suele ser una experimentación electrónica. Ahora bien, en este disco comienza con electrónica… entonces, la primera vez que lo escuché, me quedé pensando. ¿Es este disco enteramente electrónico?

No, solo era un chiste… o eso creo.

El Lado A es impresionante, tiene un desarrollo lento donde se va complejizando gradualmente, tornándose muy profunda. Algunos piensan que es minimalismo, pero en realidad es mucho más que eso.

Suena moderno y fresco, a pesar de que pasaron casi 40 años desde su grabación. Existe una división en canciones (no solo Lado A y Lado B), pero se siente como una pieza entera… porque efectivamente lo fue cuando la grabó. Esto fue tomado en una solo sesión, donde Manuel tenía tan solo una mezcladora, un secuenciador, teclados, una computadora de batería y su guitarra… que recién aparece casi a la media hora del disco.

Una clara muestra de lo tanto que puedes lograr, con tan poco. Arreglos repetitivos de dos acordes, pero con tantas texturas maravillosas.

El Lado B continúa de inmediato, si no fuese por las limitaciones tecnológicas del vinilo, no habría existido ese cambio de lado. Aquí, le suma capas de guitarras muy finas (es Manuel, no podríamos esperar otra cosa). Es realmente hermosa, su forma de tocar es indescriptible. Nuevamente, la música sigue evolucionando cada vez más.

E2-E4 es un disco que impactó enormemente al mundo musical, siendo una de las más grandes influencias para la escena de Techno y el House. Un genio tan adelantado a su tiempo… una obra maestra.

Probablemente sea un 10/10. Es inmejorable.
Ponelo y déjalo fluir.